martes, 5 de octubre de 2010

El Placer

(Noviembre 19, 2006)

Siento que estoy en un lecho acuoso y que soy parte de una cadena de algas marinas, radicadas en este lugar por no sé cuánto tiempo. En las orillas de un río, siento el vaivén de las aguas, y este movimiento me produce un agradable placer.

Esa sensación me recuerda a algo conocido. Si. Es muy similar a la sensación que se experimenta cuando se hace el amor. Pero, es un placer sin los espasmos, ruidos o violencias que a veces puede generar el coito. Por el contrario, éste es relajado, sin presiones. Y se manifiesta, ¿o despierta? desde alguna de las reconditeces de mi interior.

El placer como su antítesis, el dolor; y toda la gama de sentimientos que fluctúan entre el uno y el otro, absolutamente todo, no es patrimonio sólo del ser humano. Es de todo ser vivo. Es la reflexión que me deja la sesión de auto-hipnosis.

Pero es la primera vez que cognito (entiendo) que esta gama de sensaciones y sentimientos de un ser a otro en una misma especie, y de una especie a otra, en un salto de evolución, es posible gracias a una información que puede -con ciertas variantes- ser la misma para todos. Y que esta información esta guardada en un chip y que este chip no es uno solo sino millones. Que en el caso de los seres humanos este chip es igual al número de células que su organismo tiene. Y que por eso los seres humanos, en 10 años más, podrán tranquilamente, hacer un ser de tan sólo una célula.

Sin nunca haber estudiado quimica, física, sicología o biología, casi que me atrevo a blasfemar que ese chip es aún más pequeño que una célula y que bien podría encontrarse en un átomo. (En próximas entregas estaré apoyando esta postura).


Hasta tanto, amigos, por favor déjenme sus comentarios. Es muy importante para mí saber que no estoy hablando sola. Ah, próximamente saldrá a la venta mi primer libro, el cual recoge las experiencias de una año de sesiones. Hasta la próxima entrega.